El pergamino número diez
¿Qué hombre tiene tan poca fe
que en un momento de gran desastre y de angustia no ha invocado a su Dios?
¿Quién no ha clamado cuando se ha visto confrontado con el peligro, la muerte,
o un misterio superior a su comprensión o experiencia normal? ¿De dónde procede
este profundo instinto, que se expresa por la boca de todos los seres vivientes
en momentos de peligro?
Agite la mano rápidamente ante
los ojos de alguno, y sus párpados pestañearán. Déle a otro un golpecito en la
rodilla y la pierna dará un salto. Confronte a otro con una historia de horror
y sus labios dirán: “Dios mío”, en virtud del mismo impulso.
Mi vida no tiene que estar
saturada de religión para reconocer este gran misterio de la naturaleza. Todos
los seres que andan por la tierra, incluso el hombre, poseen el instinto de
clamar pidiendo ayuda. ¿Por qué es que poseemos este instinto, este don? ¿No
son nuestros clamores una forma de oración? ¿No sería incomprensible, en un
mundo gobernado por las leyes de la naturaleza, otorgar a un cordero o a una
mula, o a un pajarillo o al hombre el instinto de clamar pidiendo ayuda, si
alguna mente superior no hubiese también determinado que el clamor fuese
escuchado por un poder superior con la habilidad de escuchar y de responder a
nuestro clamor? De aquí en adelante oraré, pero mis clamores pidiendo ayuda
serán solo clamores pidiendo dirección.
Nunca oraré pidiendo las cosas
materiales de este mundo. No estoy llamando a un sirviente para que me traiga
alimentos. No le estoy ordenando a un fondista o mesonero para que me
proporcione habitación. No pediré jamás que se me otorgue oro, o amor, o buena
salud, o victorias mezquinas, o la fama, o el éxito o la felicidad. Sólo oraré
por directivas y orientaciones, para que se me señale el camino para adquirir
estas cosas, y mi oración será contestada siempre. Quizá recibiré la dirección
y orientación que busco, o tal vez no, pero ¿no son estas dos cosas una
respuesta? Si el niño le pide pan a su padre, y el padre no se lo da, ¿no le ha
respondido el padre?
Oraré pidiendo directivas y
orientación, y oraré como un vendedor de esta manera:
“Oh creador de todas las cosas, ayúdame. Porque hoy me interno en el
mundo desnudo y solo, y sin tu mano que me guíe me extraviaré del camino que
conduce al éxito y a la felicidad. No pido ni oro ni ropas ni aún las
oportunidades en consonancia con mi habilidad; en cambio guíame para que
adquiera habilidad para aprovechar mis oportunidades. ¡Guíame así en todos mis
asuntos que,viviendo sobre la Tierra, pueda usar todo el bien del mundo material, por mis
méritos ante Ti; que por mis acciones buenas glorifique Tu nombre en los siglos de los siglos!
Tú
les has enseñado al león y al águila cómo cazar y prosperar con sus dientes y
sus garras. Enséñame a cazar con palabras y a prosperar con amor para que sea
un león entre los hombres y águila en el mercado.
Ayúdame
a permanecer humilde en los obstáculos, y fracasos; sin embargo, no ocultes de
mi vista el premio que acompañará a la victoria.
Asígname
tareas en cuyo desempeño otros hayan fracasado; sin embargo guíame para que
pueda arrancar las semillas del éxito de entre sus fracasos. Confróntame con
temores que me templen el espíritu; sin embargo, concédeme el valor para reírme
de mis dudas.
Dame
un número suficiente de días para alcanzar mis metas; y sin embargo ayúdame
para vivir hoy como si fuera mi último día.
Guíame
en mis palabras para que produzcan frutos. Sin embargo sella mis labios para
que no diga chismes y nadie sea calumniado.
Disciplíname
para que adquiera el hábito de no cejar nunca; sin embargo señálame la forma de
usar la ley de los promedios. Hazme alerta a fin de reconocer la oportunidad; y
sin embargo otórgame paciencia que concentrará mis fuerzas.
Báñame
en buenos hábitos para que los malos se ahoguen; sin embargo concédeme
compasión para las debilidades de los hombres. Déjame saber que todo pasará;
sin embargo ayúdame a contar mis bendiciones de hoy.
Exponme
ante el odio para que no me sea extraño; sin embargo llena mi copa de amor para
que pueda convertir a los extraños en amigos.
Pero
que todas estas cosas sean así si es tu voluntad. Soy tan sólo un pequeño y
solitario grano de uva que se aferra a la viña, y sin embargo me has hecho
distinto de todos los demás. En realidad debe existir un lugar especial para
mí. Guíame. Ayúdame. Señálame el camino.
Déjame
que llegue a ser todo lo que tienes planeado para mí cuando mi semilla fue
plantada y seleccionada por ti para germinar en la viña de Tu mundo.
Ayuda
a este humilde vendedor. ¡Guíame, Dios!”
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